Cuando envejecemos, la capacidad de mantener el balance hídrico se deteriora. Se produce una disminución de la sensación de sed, con lo que se bebe menos. Por otro lado hay un descenso en la capacidad para concentrar la orina, aumentando la pérdida de agua a través de los riñones. En general, se debe producir un litro de orina al día para eliminar correctamente los productos de desecho.
El equilibrio hídrico afecta también al electrolítico y puede causar alteraciones en las concentraciones de sodio y potasio. Bajos niveles de potasio pueden provocar síntomas como la depresión, confusión, arritmias cardiacas e irritabilidad, síntomas que se pueden confundir con los cambios relacionados con la edad. El sodio se proporciona principalmente a través de la sal común. La ingesta elevada de sal aumenta la retención de líquidos y está asociada con un aumento de la presión arterial. La comida precocinada suele tener alto contenido en sodio por lo que su consumo puede aumentar los niveles de sodio en los ancianos.
La deshidratación puede causar síntomas como letargo, apatía, confusión, depresión y conducta paranoica.